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miércoles, 5 de mayo de 2010

Botellón cultural en la Noche de Max Estrella


Los curiosos y amantes del teatro volvieron a recorrer el pasado 26 de marzo los escenarios de Luces de Bohemia de Valle-Inclan, las calles del Madrid más esperpéntico. Cada año se repite el homenaje al dramaturgo, que ya se ha convertido en tradición, después de trece marchas de lo más exitosas. Esta vez Valle-Inclán y todos sus seguidores estuvieron acompañados de Miguel Hernández, que agradecía emocionado desde las alturas que se conmemorara de ese modo el centenario de su nacimiento.

Se equivocó Don Ramón del Valle-Inclán en el final de su novela, porque muchos fueron los testigos de que Max Estrella sigue vivo, ¡y encima invita a vinos! Con razón lo llaman “botellón cultural”. La cita para los bohemios comenzó a las siete de la tarde, en el Pretil de los Consejos, justo en frente de la Casa Ciriaco (calle Mayor, 84), donde situó el dramaturgo La Cueva de Zaratrusta. Tras dar la bienvenida a los fieles, el maestro de ceremonias animó a todos a pasar por esta entrañable taberna. En Casa Ciriaco daban la oportunidad de coger fuerzas, antes del largo camino, con un vinito tinto, quesito y choricito. Ante tan suculenta oferta, algunos se quedaron en esta primera parada, otros prosiguieron con la juerga literaria.

El siguiente punto llevaba a los bohemios hasta la casa del mismísimo Mariano José de Larra (calle Santa Clara, 3). Valle-Inclán gritó desde la calle a su ventana “Vamos, Fígaro, a buscar a Max Estrella”, a lo que muchos creyeron escuchar como respuesta “vuelva usted mañana”. Larra no bajó, pero sí lo hizo uno de sus descendientes, Don Jesús Miranda de Larra, que le dedicó la ya tradicional ofrenda de rosas. Ahora quienes pasan por su calle, pueden ver colgado de un árbol un gran ramo de estas flores, que poco a poco se secarán hasta ser sustituidas de nuevo por otras el año que viene.

El barullo y la muchedumbre suele ser tal, que de no ser por el sonido de la campana del maestro de ceremonia guiando al gentío más de uno se quedaría por el camino. Son muchas las paradas que recorren los bohemios. La siguiente llevaba hasta la morada del Padre Segismundo, punto clave entre los que fueron los hogares de Lope de Vega y Calderón de la Barca. La visita a los dos literatos se suele hacer rápida, pues los que ya han hecho el recorrido saben lo que les espera después: un buen chocolate caliente en la Buñolería Modernista, o lo que es lo mismo la Chocolatería de San Ginés.

Tras más de una hora de camino, los seguidores de Valle-Inclán por fin reponen proteínas con este segundo refrigerio. El viaje continuaba para todos, menos para los que se quedaron tomando un chocolate más, esta vez acompañado de churros. Las campanas se hacen sonar cada año por pleno centro de Madrid. La Puerta del Sol fue testigo de nuevo de dos paradas más: una en la Taberna de Picalagartos (esquina Sol con Montera) y otra en el Café Colón (Café de la Montaña).

El recorrido prosigue por Casa Correos hasta llegar a otro punto donde repostar: el famoso Callejón del Gato, donde se encuentran los espejos cóncavos del Bar Las Bravas. En este punto, y casi a las diez de la noche, el hambre suele poder con más de uno. No fueron pocos los que se quedaron engullendo un buen plato de patatas bravas.

El Ateneo y el Congreso -punto en el que los bohemios vieron coincidir a Don Ramón con Cervantes- eran las dos últimas paradas antes de llegar al colofón del “botellón cultural” en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes. Pasadas las once de la noche el himno Babilonio puso punto y final a la última noche de Max Estrella, no sin antes disfrutar, como postre, de otro chocolate caliente. Bien comidos y bien bebidos, los bohemios se marcharon esperando regresar el próximo año con bota de vino en mano.

Alexandra Gail

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