El sol brilla en el cielo, y si me apuras, se podría decir que hasta pica. Un milagro en el Domingo de Resurrección. Las campanas resuenan desde la torre de la catedral, perturbadas por el campanero, que aún, como antaño, vive en el campanario. Hago un paneo con los ojos a su fachada y descubro algo insólito: tres jaulas cuelgan de la torre.
Según cuentan, allá por el siglo XVI, los anabaptistas se hicieron con el poder de la ciudad tras la “Rebelión de Münster”. Esta corriente cristiana degeneró tanto que sus líderes llegaron a imponer la poligamia y otra serie de reformas que el pueblo no pudo soportar. Se les echaron encima. Los tres cabecillas de la corriente fueron ajusticiados y sus cadáveres se colgaron en esas tres jaulas. Y allí permanecen -sólo las jaulas-, para recordarnos a todos lo que pasó entonces.
Según cuentan, allá por el siglo XVI, los anabaptistas se hicieron con el poder de la ciudad tras la “Rebelión de Münster”. Esta corriente cristiana degeneró tanto que sus líderes llegaron a imponer la poligamia y otra serie de reformas que el pueblo no pudo soportar. Se les echaron encima. Los tres cabecillas de la corriente fueron ajusticiados y sus cadáveres se colgaron en esas tres jaulas. Y allí permanecen -sólo las jaulas-, para recordarnos a todos lo que pasó entonces.

Tras esta curiosa lección de historia, decidimos visitar el ayuntamiento. Entramos en la Sala de la Paz, el lugar que fue testigo de la famosa firma de la Paz de Westfalia. Me viene a la memoria el cuadro que inmortaliza ese momento, la sala se conserva exactamente igual que entonces. Aún así hay algo muy pequeño que llama poderosamente la atención: tras una vitrina hay expuesta una mano humana.
Sobre ella hay multitud de historias y versiones, la que escuchamos en ese momento es que los huesos son de un notario que falsificó una firma, su castigo no es difícil de adivinar. Helmut intenta hacer memoria. Cuando él era un niño, apenas terminada la II Guerra Mundial, se ofrecía de guía -para ganar unas perrillas- para todo aquel que se atrevía a ir de visita a Münster. Al llegar a la Sala de la Paz y mostrar la famosa mano, se inventaba diversidad de historias: desde que era de un simple ladrón al que castigaron en público para dar ejemplo, hasta que era la mano de uno de los tres anabaptistas que ajusticiaron y colgaron en las jaulas de la catedral. Echémosle imaginación. Sea de quien sea la mano, impone mucho verla.
Después de la comida, voy derecha a la estación de tren. Próxima parada Aquisgrán (Aachen). En Aquisgrán me da cobijo un erasmus una noche más. Me viene a buscar a la estación central de la ciudad. En el poco recorrido que hay hasta su casa me llama la atención la cantidad de fuentes que hay en este lugar. “Lógico -me dice mi compañero-, es la ciudad de las aguas termales”. Ya es tarde, mañana visitaremos la ciudad. Nos vamos a descansar no sin antes tomar una cena floja: lentejas con salchichas alemanas.
Alexandra Gail
Sobre ella hay multitud de historias y versiones, la que escuchamos en ese momento es que los huesos son de un notario que falsificó una firma, su castigo no es difícil de adivinar. Helmut intenta hacer memoria. Cuando él era un niño, apenas terminada la II Guerra Mundial, se ofrecía de guía -para ganar unas perrillas- para todo aquel que se atrevía a ir de visita a Münster. Al llegar a la Sala de la Paz y mostrar la famosa mano, se inventaba diversidad de historias: desde que era de un simple ladrón al que castigaron en público para dar ejemplo, hasta que era la mano de uno de los tres anabaptistas que ajusticiaron y colgaron en las jaulas de la catedral. Echémosle imaginación. Sea de quien sea la mano, impone mucho verla.
Después de la comida, voy derecha a la estación de tren. Próxima parada Aquisgrán (Aachen). En Aquisgrán me da cobijo un erasmus una noche más. Me viene a buscar a la estación central de la ciudad. En el poco recorrido que hay hasta su casa me llama la atención la cantidad de fuentes que hay en este lugar. “Lógico -me dice mi compañero-, es la ciudad de las aguas termales”. Ya es tarde, mañana visitaremos la ciudad. Nos vamos a descansar no sin antes tomar una cena floja: lentejas con salchichas alemanas.
Alexandra Gail
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