Por fin veo Colonia (Köln) a la luz del día, aunque el sol esté escondido tras las nubes. Se trata de la cuarta ciudad más grande de Alemania, sin embargo no es ni una mínima parte de las grandes ciudades españolas. Me explican el porqué de este fenómeno: en Alemania la densidad poblacional por ciudad es mucho menor que en España, sin embargo hay casi el doble de alemanes que de españoles. ¿Cómo es posible esto? Las capitales -por norma general, no todas- son más pequeñas, pero están más juntas unas de otras. Todo lo contrario de lo que ocurre en España, ciudades muy grandes, con mucha población, pero con una gran separación entre sí.
Vamos paseando por las calles del lugar que dio nombre a la marca de perfume más antigua del mundo. Me sorprenden unas extrañas marcas pintadas con tiza en los marcos de muchos de los portales, algo así como 20-C+M+B-10. Me explican con paciencia que se trata de los restos de una marca que los niños de Alemania dejan en las casas que visitan tras cantar una canción durante la noche de los Reyes Magos. Esto a cambio de un aguinaldo que suelen donar para fines benéficos. La marca se refiere al año y a las iniciales de los Tres Reyes Magos: Caspar+Melchior+Baltazar. Los niños germanos durante ese día no corren a sus casas a esperar los regalos de los Reyes, tampoco tienen el miedo de recibir carbón, y por supuesto, no les dejan un vasito de leche a cada uno con unas pastitas (o de coñac como pasaba en mi casa) para aliviarles el cansancio. Simplemente en Alemania los Reyes Magos no vienen a traer regalos. Allí es el Santo Nicolás el que colma de felicidad a los niños, pero tampoco lo hace el 25 de diciembre, sino unos días antes, el 6 de diciembre.
No me dejan entretenerme más con esta curiosidad, porque nuestro destino es conocer la catedral, visita obligada para todo el que pasa por Colonia. Es prácticamente lo único que quedó en pie en esta ciudad tras la II Guerra Mundial, sus paredes han absorbido toda su historia. En este sagrado lugar seguirán siendo los Tres Reyes Magos los protagonistas, a pesar de que se esté celebrando ya la Pascua. Y es que según cuentan allí se encuentran sus restos. Veo el supuesto sarcófago que contiene sus reliquias y leo que aquí los reyes no son magos, sino santos: Los Tres Reyes Santos. La leyenda se hace más creíble en este país.

Tras ver los tesoros de la catedral, me armo de valor y decido subir a su torre. Más de 500 peldaños separan el suelo del cielo. Me comienzo a marear y descubro que tengo vértigo cuando me da por mirar lo que llevo recorrido. Sin embargo una vez arriba me doy cuenta de que tanto sufrimiento ha merecido la pena. Observo a vista de pájaro toda la ciudad cruzada por el majestuoso Rin.
Necesito reponer fuerzas. Son casi las 15:00, muy tarde para comer en éste país, pero necesito mis nutrientes diarios. Vamos a una cervecería típica alemana. En estos lugares huele estupendamente a cebada. Pido cerveza y un plato al que ellos llaman Kasseler -carne de cerdo hervida acompañada de chucrut y puré de patata-. Como solo una vez en todo el día, no me vuelve a entrar hambre. Todas las calorías que mi cuerpo soporta están en un solo plato. Llego a casa después de un largo paseo y lo único que puedo hacer es dormir profundamente.
Alexandra Gail
Vamos paseando por las calles del lugar que dio nombre a la marca de perfume más antigua del mundo. Me sorprenden unas extrañas marcas pintadas con tiza en los marcos de muchos de los portales, algo así como 20-C+M+B-10. Me explican con paciencia que se trata de los restos de una marca que los niños de Alemania dejan en las casas que visitan tras cantar una canción durante la noche de los Reyes Magos. Esto a cambio de un aguinaldo que suelen donar para fines benéficos. La marca se refiere al año y a las iniciales de los Tres Reyes Magos: Caspar+Melchior+Baltazar. Los niños germanos durante ese día no corren a sus casas a esperar los regalos de los Reyes, tampoco tienen el miedo de recibir carbón, y por supuesto, no les dejan un vasito de leche a cada uno con unas pastitas (o de coñac como pasaba en mi casa) para aliviarles el cansancio. Simplemente en Alemania los Reyes Magos no vienen a traer regalos. Allí es el Santo Nicolás el que colma de felicidad a los niños, pero tampoco lo hace el 25 de diciembre, sino unos días antes, el 6 de diciembre.
No me dejan entretenerme más con esta curiosidad, porque nuestro destino es conocer la catedral, visita obligada para todo el que pasa por Colonia. Es prácticamente lo único que quedó en pie en esta ciudad tras la II Guerra Mundial, sus paredes han absorbido toda su historia. En este sagrado lugar seguirán siendo los Tres Reyes Magos los protagonistas, a pesar de que se esté celebrando ya la Pascua. Y es que según cuentan allí se encuentran sus restos. Veo el supuesto sarcófago que contiene sus reliquias y leo que aquí los reyes no son magos, sino santos: Los Tres Reyes Santos. La leyenda se hace más creíble en este país.
Tras ver los tesoros de la catedral, me armo de valor y decido subir a su torre. Más de 500 peldaños separan el suelo del cielo. Me comienzo a marear y descubro que tengo vértigo cuando me da por mirar lo que llevo recorrido. Sin embargo una vez arriba me doy cuenta de que tanto sufrimiento ha merecido la pena. Observo a vista de pájaro toda la ciudad cruzada por el majestuoso Rin.
Necesito reponer fuerzas. Son casi las 15:00, muy tarde para comer en éste país, pero necesito mis nutrientes diarios. Vamos a una cervecería típica alemana. En estos lugares huele estupendamente a cebada. Pido cerveza y un plato al que ellos llaman Kasseler -carne de cerdo hervida acompañada de chucrut y puré de patata-. Como solo una vez en todo el día, no me vuelve a entrar hambre. Todas las calorías que mi cuerpo soporta están en un solo plato. Llego a casa después de un largo paseo y lo único que puedo hacer es dormir profundamente.
Alexandra Gail
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